Yo tenía como 6 años cuando descubrí como se siente en carne propia el repudio de la sociedad, lo más triste de todo es que fue un crimen imprudencial…
Trabajábamos todos juntos en una sola mesa y apenas cabíamos, creo que estaba en segundo de primaria y la maestra nos había puesto de actividad hacer un borreguito con bolas de algodón, así que todos rellenábamos nuestros respectivos dibujos de borrego pegando estas bolitas con resistol blanco. Lo acepto yo no estaba muy inmersa en la tarea, yo más bien estaba embobada embarrándome la mano con el pegamento; la agitaba rápidamente para que secara y así poder despegar la “mascarilla” de resistol de mi mano. En mi cabeza ganaba si lograba despegarla en una sola pieza. En una de esas “agitadas” sucedió que accidentalmente golpeé el bote de pagamento y el contenido lechoso fue a parar casi todo al trabajo de la niña de enseguida… no recuerdo su nombre, solo recuerdo que tenía los ojos verdes y que yo siempre pensaba que me gustaría tener los ojos como ella. La niña me miro con cara de sorpresa y luego empezó a llorar, todos los ojos ahora sobre ella y la maestra preguntando qué había pasado; - Esta niña me tiro el resistol en mi borrego y ya no sirve- dijo ella, la maestra me miro con enojo igual que todos los demás niños y yo con mi cara de “ay jijos” y con mi mano llega de la evidencia de mi pereza. –váyase para allá y dele su borrego a esta muchachita – grito la maestra. Así que le di mi borrego (que al cabo ni lo quería) y camine a la esquina del salón. Mientras caminaba escuche los comentarios de mis compañeritos que decían cosas como; “tan bonito que le estaba quedando”, “que envidiosa” y “pobrecita (nombre de niña)”, ese día nadie me hablo pero que importa… yo tenía a mi amigo resistol. - “Había un niño que se llamaba resistol, se cayó y se pegó” - pensé.
1 comentario:
Jaja, muy buena historia, sigue posteando, me gustan tus entradas del blog.
Alan Pedroza
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