Oigo pasos en la azotea y no, no me estoy volviendo loca. La
primera vez que los escuche fue cuando estaba desempacando lo de la mudanza,
entonces pensé que había sido una caja que se desdoblo solita (de esas que
dejas abierta a medias porque lo que
alcanzaste a ver fue suficiente para saber que ahí no está nada de lo que
buscas). Al segundo día los escuche más o menos a la misma hora después de
medio día, esta vez fue clarísimo, primero unos pasos lentos tres, cuatro y… echaron
a correr! Yo hubiera deseado hacer lo mismo pero más bien me quede engarrotada
del susto… ¡eran muchos!
Eran pasos pequeños… ¿será posible que sean estas criaturas
las causantes de la desaparición de más del 20% de mis calcetines? ¿Será
posible que hayan sido estas criaturas las que hicieron que la regadera en vez
de emanar el preciado líquido (agua) hayan hecho que me escupiera en un violento
vomito de lodo con agua? Y después de eso… cero, ni una gota de lo uno ni de lo
otro… ¡Estos duendes del mal! Juegan con
mi mente al poner el salero en el refrigerador… ¡al esconderme mi collar
favorito en un calcetín viejo! ¡Estos gnomos del infierno quieren jugar con mi
mente cortándome el gas para que luego yo me pelee con la estufa! ¡Que le grite
groserías a la pobrecita estufa! Pero
luego me di cuenta….
Los pasos en la azotea pertenecen a una bola de chanates que viven en el techo de mi casa y les gusta caminar por el traga luz de la escalera que está hecho de un material muy sonoro al caminarlo. Siempre caminan, todos los días a la misma hora. De todo lo demás solo yo tuve la culpa, me cojea un poco la memoria… aunque debo aclarar que el asunto de los calcetines no soy responsable, eso no tiene y jamás tendrá una explicación.
1 comentario:
Hay tantas cosas que yo podría decir... Pero callaré.
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